El compadre Manuel tiene la bendición de ser muy laborioso y emprendedor. Por eso luego de asegurarse algunos ahorritos decidió establecer su propio negocio en la ciudad. Inmediatamente luego de mudarse al DF exploró las posibilidades que su nuevo vecindario le brindaba.
Gracias a su natural intuición detectó las deficiencias en el suministro de determinados productos y se propuso satisfacer las demandas no cubiertas de sus vecinos.
Al principio tuvo que enfrentar la indiferencia y las dudas de sus clientes potenciales quienes estaban acostumbrados a adquirir los productos y contratar los servicios en las grandes concesionarias. Sin embargo, poco a poco el buen trato y la empatía del compadre lograron atraer clientes no sólo del vecindario sino también de otros barrios cercanos.
La relativa prosperidad del negocio entusiasmó a Manuel quién, luego de consultar con su familia y sus empleados, decidió que era hora de ampliar y expandir el emprendimiento. No le fue muy difícil lograr un préstamo de un banco y hacer las diligencias y trámites de rigor. Ciertamente los clientes acudían a los nuevos establecimientos y poco a poco el flujo de caja positivo hacía avizorar una prosperidad siempre creciente. Sin embargo, el compadre Manuel sentía que algo no andaba bien.
Su cuerpo y su mente daban indudables señales de fatiga y agotamiento. Evidentemente tanto a él como a sus escasos empleados el trabajar muchas más horas al día, la realización de varias tareas simultáneamente y la agonía de mantener los costos en los niveles más bajos para así poder adelantar los pagos al banco les estaba consumiendo las energías y el entusiasmo.
Manuel sabía que debía buscar ayuda y recordó que su amiga Cristina estaba en el negocio de las consultorías empresariales. No fue difícil dar con ella pues sus familias siempre fueron muy cercanas. Contactaron y Cristina le invitó a participar en un seminario que su empresa promovía.
Al principio el compadre Manuel dudaba de cómo las infotecnologías, los programas informáticos, los sistemas automatizados para la gestión empresarial o la novedosa inteligencia artificial podrían ayudarlo a él a salvar su emprendimiento y a quitarse el cansancio por tanto trabajar.
Gracias a las lecciones recibidas el compadre Manuel identificó a algunos de los enemigos de su negocio: la contabilidad hecha a punta de lápiz; el caos y la falta de organización en la distribución de las mercancías; las interminables llamadas telefónicas a proveedores y clientes, la clasificación de pedidos, facturas, reclamaciones y por supuesto, el mantener al día la información y adeudos requeridos por Hacienda y el Registro Federal de Contribuyentes.
Aunque en ocasiones Manuel se sentía abrumado por la jerga tecnológica y las siglas en inglés, paso a paso fue descubriendo las maneras en que las tecnologías y la innovación podían beneficiar e impulsar su negocio. Las claves radican en una estrategia empresarial bien pensada que integre y gestione óptimamente los procesos para lograr que los sistemas infotecnológicos se encarguen de las tareas repetitivas, los cálculos y la optimización para que las personas puedan realizar la parte creativa y más humana del comercio.
Hoy Manuel es uno de los clientes más fieles de BUSINESS INNOVATION TECH, S.A. DE C.V., la compañía donde trabaja su amiga Cristina. Y aunque aún hay mucho por mejorar en su negocio, este prospera a ojos vista. Manuel, su familia y sus empleados disponen de la ayuda invaluable de las herramientas tecnológicas que en poco tiempo les permitirán dar el siguiente paso hacia el progreso.
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